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CONSAGRACIÓN

Qué es la Consagración al Inmaculado Corazón de María

La teología espiritual de la Iglesia, alimentada por numerosos testimonios de los santos, ha formulado ya una clara doctrina sobre el valor de la Consagración al Corazón Inmaculado de María.

Ella misma la ha pedido en Fátima

Para evitar  sobreponernos a la doctrina de la Iglesia, aquí viene colocamos un extracto de un mensaje presente en el Libro Azul.

 

(13 de mayo de 1976)

«Hoy, hijos míos predilectos, recordad mi venida aquí a la tierra, en la pobre Cova de Iría, en Fátima. Bajé del Cielo para pediros la Consagración a mi Corazón Inmaculado.

Por medio de vosotros, Sacerdotes de mi Movimiento, cuanto os pedí entonces se está ahora realizando. Vosotros os consagráis a mi Corazón Inmaculado y conducís las almas a vosotros encomendadas a esta consagración querida por Mí misma.

Desde aquel día ha pasado mucho tiempo: ya son cincuenta y nueve años.

Aconteció también la segunda guerra mundial, predicha por Mí como castigo permitido por Dios para una Humanidad que no se ha arrepentido, por desgracia.

Ahora estáis viviendo los momentos en que el Dragón rojo, a saber, el ateísmo marxista, se ha propagado por todo el mundo y hace estragos cada vez mayores entre las almas.

Logra verdaderamente seducir y precipitar un tercio de las estrellas del cielo.

Estas estrellas, en el firmamento de la Iglesia, son los Pastores: sois vosotros, pobres hijos míos Sacerdotes.

¿Acaso no os ha confirmado también el Vicario de mi Hijo que hoy son los amigos más queridos, incluso sus mismos comensales, los Sacerdotes y Religiosos, los que traicionan y se ponen contra la Iglesia?

Ésta es, pues, la hora de recurrir al gran remedio, que el Padre os ofrece, para resistir a las seducciones del Maligno y para oponeros a la verdadera apostasía que cada vez se extiende más entre mis pobres hijos.

¡Consagraos a mi Corazón Inmaculado!

A quien se consagra a mi Corazón Inmaculado, vuelvo a prometerle la Salvación: la salvación del error en este mundo y la salvación eterna.

La obtendréis por mi especial intervención de Madre. Así impediré que podáis caer en las seducciones de Satanás. Seréis protegidos y defendidos por Mí misma; seréis consolados y robustecidos por Mí.

Ésta es la hora en que todo Sacerdote, que quiera mantenerse fiel, debe atender mi llamada.

Cada uno se consagre a mi Corazón Inmaculado: y por medio de vosotros, Sacerdotes, muchos hijos míos harán esta Consagración.

Es como una vacuna que, a título de buena Madre, os doy para preservaros de la epidemia del ateísmo que contamina a tantos hijos míos y los conduce a la verdadera muerte del espíritu.

Éstos son los tiempos predichos por Mí misma; ésta es la hora de la purificación.

Escuchad las peticiones de vuestra Madre y entregaos a Mí con toda confianza y el más completo abandono.»

Vivir la Consagración

Formular el Acto de consagración es un momento muy importante en la vida del MSM, pero es más esencial vivir este Acto de consagración como una linfa que alimenta la propia vida cotidiana.

En el Libro Azul nos viene explicado en estos términos:

(25 de julio de 1977)

«Hijos míos predilectos dejaos formar por Mí con docilidad.

Con la consagración hecha a mi Inmaculado Corazón me habéis confiado vuestro sacerdocio.

Lo habéis puesto en un lugar seguro.

Con esto, sin embargo, habéis cumplido la primera condición, aunque en verdad muy importante. Ahora Yo misma, como Madre, estoy empeñada con cada uno de vosotros en formaros como mi Hijo os quiere.

La segunda condición es que debéis dejaros formar por Mí; el modo con que actúe con cada uno será distinto de acuerdo con su manera de ser.

Es mi deber de Madre formaros así: particular y personalmente.

Aunque los caminos por los que os llevo no son iguales para todos, todos ellos os conducen a la misma meta, la fijada para cada uno de mi Hijo Jesús.

No miréis cómo os formo; no me preguntéis adónde os llevo, ni siquiera queráis saber de antemano el camino que os he trazado.

Sólo debéis secundar dócilmente mi acción.

Una docilidad interior que os lleve a decir siempre sí, a buscar en vuestro obrar sólo el cumplimiento de mi voluntad.

Ahora ya conocéis el deseo de vuestra Madre del Cielo:

- Os quiero humildes, silenciosos, recogidos, ardientes en el amor a Jesús y a las almas. Sólo así llegaréis a ser grandes a mis ojos.

-Os quiero confiados, abandonados, sin preocupaciones humanas. […]

-Os quiero mortificados en los sentidos, perseverantes en la oración, recogidos en torno a Jesús en la Eucaristía, como lámparas vivientes de amor. Sólo viviendo así me sentiréis muy cerca

de vosotros.

-Os quiero cada día más puros; así finalmente me podréis ver. Si cerráis los ojos del cuerpo a las vanidades del mundo, me veréis con los ojos del alma. Transformaré vuestra vida; mientras, de un modo suave y fuerte al mismo tiempo, os llevaré a la santidad.

Después del haberos consagrado a Mí, sólo os libraréis del peligro del estancamiento espiritual y de la tibieza, secundando mi acción.

[…]

Ahora que en todas partes del mundo me estáis respondiendo dejándoos encerrar en mi Corazón, debo cuanto antes haceros imágenes vivas de Jesús Crucificado.

Me habéis dicho sí; ahora os pido correspondencia a mi acción con vuestra docilidad interior y exterior.

Sólo así podréis resistir a las asechanzas de mi Adversario y responderéis a mi gran designio de amor.»

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